Luchina llamaba a voces a Fucho
mientras lo descubría.
Gritaba cantando, cantaba su suerte y no paraba.
Míralo, decía.
Es tan hermoso, por fin lo he encontrado Fucho. Es mío, es sólo mío.
Ya ni sé si lo he encontrado y estaba esperándome o
si lo he creado yo a base de buscar.
Pero es mío, es mío…
Fucho… cuanto tiempo a tu lado, respirando con el tuyo…
Gracias.
En aquel entonces, cuando encontraste el tuyo, y no sabías ni su nombre,
Entonces no sabías usarlo solo. Reconócelo, Fucho.
Entonces me necesitabas un poco.
Bueno, la verdad es que más bien yo necesitaba que creyeras eso.
Perdona.
Me daba miedo. Creía … mejor dicho, no creía.
Creía que no había uno para mí y que sólo si creías que me necesitabas me dejarías usar el tuyo.
Creía , es verdad, no creía…
Creía que sólo tú podías ser valiente, carismático… creía que sólo tu podías tenerlo.
A base de creer … (sí, perdón, de no creer) pues, pues...
Recuerdo cuando lo encontraste: estabas convencido de que era justo a tu medida: era difícil, era un poco raro (como el que tenía el personaje de tu libro) y eso te hacía parecer un poco loco. Supongo que buscabas algo así.
Míralo, Fucho, míralo… Es mío y es tan bonito.
Me gustaría un poco compartirlo contigo. Pero yo sé que tu no lo quieres, además igual se te rompería en las manos, ¿ves qué delicado es?...
Fucho, yo sé qué va a ser del tuyo si no tienes cuidado.
Te lo voy a decir:
de tu sueño se ha alimentado mucha gente; eso es hermoso. Mucho.
Pero asegúrate siempre que a ti te de alas…
Si no te da alas, es que no es un sueño ya….
Fucho, mira el mío…vueloooooooooooooooo, un besoooooooooooooo