De pequeña estaba convencida que mi vida era una película proyectada en un cine de verano.
Y que habría acción, tragedias, miedo, dolor, amor, sueños, muchos sueños y que al final todo saldría bien para la protagonista, que era yo.
Yo veía la vida de unos, en medio bocadillo y luego la de otros. Y me preguntaba qué sentirían los que me estaban viendo a mí, cuando yo sufría o cuando yo reía o cuando le cantaba jotas a mi abuela a solas, en mitad del campo en la Nochebuena.
Lo mejor de saberse en una película (de un cine de verano) es que una tiene la certeza de que habrá final y de que además será feliz.
sábado, 3 de octubre de 2009
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